martes, 8 de diciembre de 2009

El secreto de Beatrice

 Se llamaba Julieta y vivía sola. Era una psicóloga de prestigio y muchísima gente a cudía a ella, y sólo a ella.
 Vivía en un moderno apartamento de Londres. Trabajaba unas nueve horas diarias y era feliz, su familia entera vivía repartida por toda Inglaterra. En sus días libres (o después del trabajo), salía a divertirse con sus amigos y algunas noches regresaba a casa acompañada del amante de turno. Era alta, con un bronceado playero que le duraba casi todo en año (excepto en primavera, que casi siempre quedaba paliducha) pelirroja, de ojos verdes, y de rasgos cincelados, dulces como los de una sacerdotisa antigua. Vamos, que su vida era normal, feliz y sobre todo perfecta.
 Hasta que...
 Era día de consulta, Julieta estaba despidiéndose de su último paciente, un hombre joven muy nervioso que estaba impaciente por regresar, (para emborracharse un poco y dormir la mona)
 Entonces entró la siguiente paciente. Julieta tuvo que controlar su compostura al verla, era una mujer preciiosa, con su pelo castaño claro cayendo en cascada, más blanca que un vampiro y unos ojos grises que bien podrían presagiar tormenta.
 Estaba bastante alicaída, y eso le extrañó, y mucho, a la psicóloga, pero creyó que, en fin, sería una depresión, uno de esos problemas que la belleza suele traer, ya se sabe como es la sociedad hoy en día...
 La mujer se sentó en el diván y miró a Julieta atentamente, la cual le echó un rápido vistazo a su agenda.
-Beatrice di Sandres, ¿es usted?
-Así es.
-Bueno, señorida di Sanders, cuénteme cuál es su problema.
-Pues verá...-se tapó la cara con las manos, nerviosa-no sé lo que me pasa, creo que me estoy volviendo loca, que veo alucinaciones...y todo por culpa de una amenaza.
-¿Una amenaza?
-Sí, señora, una amenaza en toda regla. Una...especie de secta me ha amenazado con matarme si no les entrego mi más preciado tesoro.
-¿Puede decirme cuál es?
-Esto-Beatrice se sacó del cuello un colgante hermosísimo, hecho de la más pura amatista, que brillaba de un modo mágico. La cuerda se era fina, delicada,se adaptaba perfectamente al cuello de la joven dándole de por si un aura divina.
El colgante tenía una forma ilegible y brillaba de tal forma que su mágico encanto deslumbraba.
 No era de extrañar que quisieran robarlo...
-...y claro, como tengo un excelente sistema de alarma, y el colgante lo llevo siempre conmigo no pueden robármelo.
-¿Pero no debería contárselo a la policía? Creo que le convendría más librarse de ellos que tratarse.
-La policía no puede hacer nada, ¿qué va a hacer la policía? No tienen ni idea de cómo son, de lo que son capaces de hacer. nadie tiene ni idea de hasta que punto son capaces de llegar. Es más, tampoco debería haberle dicho nada a usted, pero necesito ayuda...-daba la impresión de que se callaba algo más.
 -Bueno, pues cuéntemelo,intentaré entenderlo.
-¿Usted cree?Enseguida lo comprobaremos. Todo comenzó el mes pasado, fíjese ustes cuando yo me levantaba para coger la leche, pero no podían hacer otra cosa que dejarm,e una nota debajo de la botella. Una nota de sangre-.

    Sabes quiénes somos y lo que queremos, danos aquel tesoro que guardaba Pamela, su secreto, o sabrás lo que te espera. Aunque nosotros  sabemos que tú lo sabes...

¿Y esto,?¿Qué quiere decir?
   -Que harán lo que sea por conseguir, esto, no sabe usted lo que significa y lo que ellos son capaces de hacer  por lograrlo... Y empezaron.
 Arrugué el papelito y lo tiré al suelo, me hice la tonta y decidí no hacerle caso, arriesgarme para ver lo que pasaba.
 Fue un error, pero era más que inevitable. Me esperaban en la oficina, valiéndose del estçupido de mi jefe.